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Sitges, que el año próximo dejará de ser cuarentón, se enfrenta al envejecimiento de su público. Que la media del espectador de cine (y de festivales) no deje de aumentar es especialmente preocupante para un certamen que lucha consigo mismo por mantener su espíritu de adolescente rebelde. Ahí están los pases para colegios, la acreditación a estudiantes, el jurado carnet jove, el zombie walk, Brigadoon o los “cine basura”. La diversificación de la programación, más allá del fantástico reconocible, así como el creciente desinterés de los estudios (especialmente americanos) por acudir a festivales, se apuntan como factores disuasorios para el público juvenil, aunque nos tememos que el problema está más fuera que dentro. Con o sin chavalería, y pese a la lluvia que cayó durante buena parte de esta 49ª edición, el Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya ha logrado mantener las cifras récord de su pasada edición.

El número de películas exhibidas (186 largos) sigue siendo monstruoso. Sin embargo, celebramos que, cumpliendo la promesa de hace dos años, continúe la progresiva reducción de títulos en la sección oficial a competición: 30, seis menos que el año pasado y diez menos que en 2014. Claro que esto ha supuesto que las 13 operas primas de la edición anterior se hayan quedado en sólo cinco. Aún así, se sigue apostando por autores poco conocidos y/o con carreras incipientes (Paul Schrader, Nicolas Winding Refn, Park Chan-wook y los muy reincidentes Takashi Miike y Kiyoshi Kurosawa, serían las excepciones de este año). Respecto a las nacionalidades, EEUU volvió a ser la principal, con nueve filmes a competición, seguida por Corea del Sur, con cinco (una demostración del buen momento que vive el cine coreano).

 

Lo discutible de la sección oficial es la inclusión de películas que, sólo siendo muy generosos, podríamos calificar de cine fantástico: Dog Eat Dog (Schrader), Creepy (Kurosawa), Desierto (Jonás Cuarón), Operation Avalanche (Matt Johnson) o The Handmaiden (Park Chan-wook). Esta última, como se encargó de justificar Brian Yuzna (presidente del jurado), se quedó sin premio, precisamente, por el mero hecho de no encajar bien en el género. 

 

La película ganadora,  Swiss Army Man (Daniels), cumple sólo a medias el espíritu transgresor de Sitges. Cierto que es una opera prima y de carácter independiente, y ya avisó Ángel Sala de que Sitges acoge películas que son abucheadas en otros festivales (Sundance, en este caso); sin embargo, ¿es tan osada como aparenta o se queda en lo anecdótico? (Julio Lamaña responde más adelante).  Además, son ya tres años consecutivos los que se premia al cine estadounidense, por muy indie que sea. También discutibles y con regusto americano son los premios al mejor guión para Pet (Carles Torrens) y el de mejor dirección para Train to Busan, en la que Yeong Sang-ho resuelve bien las escenas dentro del tren, pero cuyo discurso político y social es finalmente tan vago, como cansino es el drama familiar a lo Spielberg.

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