LA VIDA A TRAVÉS DE LA VENTANA
En estas habitaciones oscuras, en las que paso
días difíciles, camino de un lado a otro,
buscando las ventanas. – Cuando una ventana
se abra será un consuelo–.
Pero no hay ventanas, o yo no logro
encontrarlas. Y tal vez sea mejor que no las encuentre.
Tal vez la luz sea una nueva tortura.
Quién sabe qué novedades vendrá a mostrarnos.
(Constantin Cavafis, Las ventanas, 1897)
Cuando acabe este confinamiento probablemente asistamos a una avalancha de películas rodadas desde una ventana. Tiemblo solo de pensarlo. Antes de que esto ocurra, no estaría de más recordar un par de filmes extraordinarios construidos con esta premisa sin que mediara el imperativo de una cuarentena. Me refiero a Tishe! (2003) de Viktor Kossakovsky y a La-bàs (2006) de Chantal Akerman. Añadiré a la ecuación una película de ficción, poco vista y bastante maltratada en su día, que solo en apariencia se aleja de lo planteado por las anteriores, 4:44 Last Day On Earth (2011) de Abel Ferrara. Estos tres títulos resumen de alguna manera cómo afrontamos estos días de reclusión. Con el propósito de ir desde la sombra hacia la luz, de dentro hacia fuera, empezaré con La-bàs.
La-bàs
Rastreando su pasado, Chantal Akerman alquila un piso en Tel Aviv. Sin embargo, el miedo la atenaza y se auto confina. Durante un mes se dedica a filmar desde una ventana del apartamento, pero con las cortinas bajadas. Apenas vislumbramos la vida de los vecinos del edificio de enfrente. A menudo vemos la habitación en la que se encuentra y oímos sus movimientos.
Como Cavafis en el poema que encabeza este artículo, Akerman desconfía de la luz. Apunta al exterior pero, definitivamente, está reflejando su propio interior, un interior en sombras. Decide ver sin mirar, oír sin escuchar. El tiempo se detiene porque lo invade todo. Más que hablar sobre ningún tipo de trauma, la película se convierte en el trauma en sí mismo. Solo rompen la monotonía un par de llamadas telefónicas y varios pequeños monólogos. En uno de estos últimos las palabras de la cineasta belga resuenan estremecedoramente en nuestra vida actual:
Estoy tan desconectada que no consigo tener una casa con pan, mantequilla, café, leche, papel higiénico. Cuando voy a comprar siento como si realizara un acto heroico. En resumen, no sé cómo vivir. Ni ir a cualquier lado. Cuando cojo un autobús también lo hago con ánimo heroico (…) Hay algo en mí que está roto. Mi relación con lo real, con lo cotidiano.
Akerman asegura no sentir pertenencia alguna y que la cotidianeidad se ha vuelto una carga para ella. Quizá tenga algo que ver de nuevo con Cavafis, para quien la rutina forma una oscuridad moral y lo cotidiano, un peligro por cuanto en él se diluye la memoria.
Es verdad que hacia el final La-bàs insinúa cierta liberación, incluyendo algunos planos sin cortinas. Antes se atreve incluso con una inesperada salida a la playa. Sin embargo, el modo en que está filmada no ofrece mucho donde agarrarnos. Chantal mantiene las distancias con el mar y la gente. La luz es cegadora. La imagen sobreexpuesta de manera intencionada resulta irreal. La salida en falso se confirma con un atentado que la obliga a volver al apartamento.
Si queréis completar la experiencia de ver La-bàs con un poco de música, os propongo la canción Windows de Angel Olsen, en cuya letra la estadounidense se pregunta: Won't you open a window sometime? / What's so wrong with the light?
Tishe!
Filmada tres años antes, Tishe! viene a ser el reverso de La-bàs. Viktor Kossakovsky documenta la vida de una calle desde una ventana de su piso en San Petersburgo, dando un especial protagonismo a los esfuerzos de unos trabajadores por arreglar un enorme socavón en el pavimento. No hay cortinas. El interior del hogar no existe y solo en un par de ocasiones vemos la ventana “indiscreta”. Una porque el viento la cierra (o eso parece) y la otra porque Kossakovsky registra una violenta detención y se ve obligado a esconder un poco la cámara para no ser descubierto.
Al estatismo de La-bàs se opone el dinamismo de Tishé! El cineasta ruso no solo no suspende el tiempo, sino que en varias ocasiones acelera el movimiento de las personas, especialmente de los trabajadores -que parecen salidos de una película de Jaques Tati-, remitiendo así al primer cine mudo. En La-bàs sabemos que pasa un mes, pero apenas podemos percibirlo. En Tishe! pasa un año y se aprecian las distintas estaciones.
Todo se mueve: el agua, la nieve, el humo, el polvo, las hojas caídas que se arremolinan por el viento. Kossakovsky pone tanta atención a los seres vivos (trabajadores, transeúntes y animales) como a los elementos (naturales o no) que forman parte de su vida. De hecho, si hay un protagonista en la película este no es otro que el agujero rebelde, imposible de reparar.
En varias ocasiones Kossakovsky hace abstracción por aproximación. El agua de las mangueras en su ventana, la nieve que lo cubre todo, reflejos en los charcos por la noche. El agujero tapado en cuestión cobra vida de una forma singular en uno de estos planos nocturnos, llegando a parecer un pedazo de carne viva con una herida abierta.
Tishe! pasa del realismo al surrealismo y de este a la abstracción pero siempre está llena de vida. Incluye música extra diegética y es un prodigio de montaje. Sus logros se resumen en la penúltima escena, en la que Kossakovsky consigue el milagro de que una excavadora interprete una hermosa y precisa coreografía ante nuestros atónitos ojos. No hay mejor manera de mirar por una ventana.
Al final del artículo tenéis el enlace para ver esta película.
4:44 Last Day On Earth
4:44 Last Day On Earth no es una película filmada desde una ventana, pero está perforada por una multiplicidad de ellas. Se trata de una ficción, pero está rodada en el loft de su director (Abel Ferrara) y la protagonista femenina (Shanyn Leigh) es su pareja de entonces. Willem Dafoe, aunque aquí se llame Cisco, hace de Ferrara. El film muestra a una pareja que se mantiene recluida en casa, en espera del fin del mundo, el cual tendrá lugar a las 4:44 de la mañana siguiente.
Las ventanas de 4:44 incluyen las pantallas de los dispositivos electrónicos. En los primeros dos minutos vemos una tablet, un portátil, un móvil y un televisor. Este último está en mitad de la habitación y Ferrara lo iguala en el plano a las ventanas que hay detrás. Más adelante aún veremos una pantalla más, la del interfono por la que hace su aparición el joven repartidor de comida vietnamita que, gracias a la generosidad de Cisco, podrá despedirse de su familia en Vietnam por Skype.
La película muestra la distinta manera en que Cisco y su novia (Skye) afrontan las últimas horas de vida de la especie humana. Él lo lleva peor e intenta escapar, de alguna manera, a través de las ventanas. Mira la televisión en cuclillas (entrevistas a Al Gore o el Dalai Lama) a escasos centímetros de la pantalla. Llama por Skype a un grupo de amigos músicos y a su hija (con fatales consecuencias en este caso). Además, accede en repetidas ocasiones a la terraza, desde donde grita a la gente.
Pasado medio metraje, Ferrara, como Akerman en La-bàs, rompe la lógica de su narración, al permitir que Cisco salga al exterior. La playa y la luz del sol son substituidas por las calles nocturnas de Nueva York, pero el resultado es igualmente frustrante, nada liberador. Cisco no puede más y acaba entrando ¡por la ventana! en casa de su antiguo camello en busca de droga.
Por el contrario, Skye -que es incluso capaz de hacer meditación en tan fatales circunstancias- pasa la mayor parte del tiempo pintando un cuadro. Este cuadro es su verdadera ventana. Una ventana activa, creativa, que le sirve para mirar hacia adentro pero a través de la cual es también capaz de encontrar la luz.
Cisco y Skye completan así el mosaico de miradas confinadas, demostrando que la cuestión no está en si miramos hacia dentro o hacia fuera, sino en hallar la luz en ambos casos. Como canta Angel Olsen, We must throw our shadows down.
© Xavi Romero, abril 2020
Tishe! - https://www.youtube.com/watch?v=E9dxaKFYxuI
Windows - https://www.youtube.com/watch?v=0CQSOoFlaxI