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DEREK JARMAN, SAN SEBASTIÁN Y EL COLOR DE LO QUEER.

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Pobre y tímido marrón. / Pisoteado por el rojo. / Corre a refugiarse en los brazos del amarillo (p. 131)1.

 

Con estas líneas comienza el capítulo “Tosco y ramplón jarrón marrón”, uno de los pasajes más bellos del libro que Derek Jarman publicó originalmente bajo el título Chroma en 1994, el año de su muerte. Como si redactase una especie de profecía invertida, el cineasta abre un ventanal que nos invita a mirar hacia atrás para revisar todo su cine. Ante la imposibilidad de saber con certeza si se trata o no de un acto consciente del director, el enfrentamiento con Chroma sembrará en el lector la emocionante sospecha de que Jarman siempre ha guardado en su mente este barullo de ideas, desde sus inicios como pintor, filtrándolas poco a poco en sus películas, construyendo un terreno sólido sobre el que exponerlas todas juntas y bien hiladas al final de su carrera y de su vida. Es por esto que su ensayo sienta las bases teóricas sobre el color llevadas a la práctica en, por ejemplo, Sebastiane, su primer largometraje, a pesar de que este fuera estrenado en 1976, dieciocho años antes que el libro.

Compuesto en esencia por notas escritas en el hospital durante su último año de vida, Chroma es una amalgama aparentemente caótica de datos, citas, versos y apuntes sobre el color recogidos por un hombre que se estaba quedando ciego debido a complicaciones derivadas del sida. Toda una paradoja que rozará el absurdo para quien no esté familiarizado con la vida y obra de Jarman. En sus páginas, entre las que se cuelan constantemente comentarios clínicos y mensajes políticos, el artista recorre el espectro luminoso desde el rojo hasta el púrpura, trazando un arcoíris que el movimiento en el que militó lleva por bandera con la sensibilidad de un poeta. Nos centraremos aquí en tres de estos colores, el azul, el amarillo, y el marrón, aquellos que predominan en Sebastiane, haciendo también una breve mención al rojo.

El marrón y la marginación del colectivo queer

Si tuviéramos que describir la opera prima de Jarman por su tonalidad, el marrón ocuparía nuestro primer pensamiento. A excepción del pequeño prólogo previo al destierro de Sebastián y los demás soldados romanos, lleno de color, en el que el director dibuja el templo de Diocleciano con un despliegue orgiástico de exceso y paranoia, la cinta transcurre en su totalidad en escenarios desérticos naturales. La arena, la tierra, la montaña, la roca… todo ello marrón, acompañado por los cuerpos semidesnudos de los hombres, sus escasas prendas de cuero, las fundas de sus sables... Pero, ¿a qué se debe esta elección?

Según el propio Derek apunta en el capítulo mencionado, “[El marrón] confunde a los teóricos. Y es notable su ausencia en los libros sobre el color. […] No existe ninguna longitud de onda monocromática para el marrón. […] El marrón no forma parte del espectro” (p. 131). La película trata la incomprensión a través de la figura del mártir cristiano y posterior icono del homoerotismo, que sirve como vehículo para hablar de la marginación de las personas queer. La representación explícita de la sexualidad entre hombres es en Sebastiane un acto personal y político de solidaridad con una comunidad silenciada, igual que San Sebastián fue silenciado hasta la muerte por mantenerse firme y abierto en sus creencias. “Incluso en la elección del latín”2, como afirma Jarman en su entrevista con Jeremy Isaacs, lengua en que fue rodada la película, el colectivo al que apela se vio representado. Es por esto que el marrón había de ser necesariamente el color predominante. Ese marrón que desorienta a los estudiosos, que no encuentra su lugar en el espectro, que se puede ver por todas partes en la naturaleza pero del que no hablan los libros. El marrón es el color de lo queer.

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Sueño con otro joven… su piel es del color marrón de la tierra, bronceado por el sol estival. Su desnudez se viste de verano. Le gusta acabar sobre su pecho, su semen es tan blanco como las flores del limón que endulzan los campos. Luego cae en un sueño profundo, mientras las mariposas lobas baten sus alas sobre el césped a su alrededor. Un franciscano le daría su bendición. Un camisa parda lo mandaría a la cámara de gas. Y una niña exploradora se sonrojaría y no le diría a nadie que le ha dado un beso (pp. 137 y 138).

¿Es Sebastián este otro joven del que habla Derek? Tumbado en la arena atado de pies y manos, bajo un sol incesante, recibiendo castigo de su superior Severus por no corresponder los deseos sexuales de este. En pleno delirio, Sebastián confiesa a Justino el amor que siente por su torturador en un monólogo que borra la línea entre el éxtasis religioso y el masoquismo sexual. Sus apreciaciones sobre el físico del general son la clave de su contenido en relación con la teoría del color de Jarman: “Sus ojos son hermosos. Tiene los ojos azules como el cielo. […] Sus cabellos son como los rayos del sol. Su cuerpo es dorado como el oro líquido”. Severus es para Sebastián azul y amarillo. ¿Qué significa esto?

“Los peligros del amarillo

Así titula el cineasta el siguiente capítulo de Chroma. El peligroso amarillo de los cabellos de Severus. En sus brazos corre a refugiarse el cuerpo marrón de Sebastián como si se tratase de los brazos de Dios. “No dudará en clavarte un puñal por la espalda. La serpiente cobarde deja un beso de ictericia en el aire […]. El mal nada en bilis amarilla. […] Sinuosa como una avispa se arrastra sobre la manzana podrida de Eva. Te pica en la boca. […] Te cubrirá de orines” (p. 145). Estas son las palabras de Jarman sobre el amarillo nada más comenzar la página.

La elección de Barney James para el papel de Severus es esencial en nuestra tesis. Mientras que el resto de soldados tienen la piel bronceada y los cabellos de distintas tonalidades de castaño, él destaca por su media melena rubia, casi transparente, sus ojos azul claro y su piel blanca, cuyo moreno tiende más al rojizo que al marrón. “La luz ultravioleta se refleja con fuerza en el amarillo, haciendo que los insectos se desvanezcan y alucinen. Si bien ocupa apenas un veinteavo del espectro, el amarillo es el más intenso de los colores” (p. 146).

Quizás es esta fuerza lumínica la que Jarman quiso usar para atraer al ministro, como a un insecto, al pintar un cuadro completamente de amarillo para su exposición en Manchester y escribir sobre él las siguientes palabras: “Querido Ministro, soy un queer de veinte años. Quiero ser un artista queer como Miguel Ángel, Leonardo o Tchaikovsky”. La intensidad venenosa del amarillo es la que atrae a Sebastián hacia Severus, a pesar de sus torturas y humillaciones. Nuestro protagonista se dirige irremediablemente “hacia el azul”.

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El espectro de la muerte es azul

El capítulo más extenso del libro se titula “Hacia el azul”. Es probablemente el fragmento más célebre, ya que es el texto que constituye la última película del director, Blue (1994). Se trata de una de esas películas condenadas a (o dotadas del privilegio de) convertirse en piezas de museo. 79 minutos de imagen fija de color azul saturado (curiosamente el mismo color sobre el que se superponen los créditos iniciales de Sebastiane), en cuya banda de sonido se escucha el escrito elegíaco de Jarman con el que se despide del cine y de su vida. Muy crudo, aunque también humorístico por momentos. Poético a la vez que analítico. Gamberro y revelador. Un ejemplo de ello:

En el diario de hoy: tres de cada cuatro organizaciones dedicadas al sida no brindan al público información acerca de prevención y sexo seguro. Un distrito afirma que en su comunidad no hay raritos, que tal vez convenga echar un vistazo al distrito X… ahí tienen un teatro y todo… (p. 185).

Jarman parece tener claro que la calma del azul es la de la misma muerte. “Luz azul. Una luz espectral. […] El azul trae la noche consigo” (p. 171). La calma del océano, la calma del cielo. El cielo es la deseada civilización post mortem de los cristianos. Cristianos como Sebastián, canonizado por rendirse al azul sin temor a dejarse caer en los brazos de Dios. ¿O eran los brazos de Severus, de cabellos amarillos y ojos azules, hacia los que corría el cuerpo desnudo, castigado y marrón del joven romano?

Encontramos el color azul presente en la película principalmente a través de dos elementos: el mar y el cielo. En el agua tienen lugar algunos de los momentos cumbre de la espiritualidad de Sebastián, pero también poderosas escenas de exaltación sexual homoerótica. Una de las secuencias más conocidas y polémicas, rodada con una bella cámara lenta, es aquella en la que los soldados Adriano y Antonio practican sexo en unas charcas apartadas donde habitualmente el protagonista va a hablar con Dios, con el mar azul intenso de fondo. Al verlos, Severus trata de acercarse sexualmente a Sebastián, y al rechazarlo este recibe el castigo que ya comentamos más arriba, situándolo al borde del éxtasis sexual y religioso, y por consecuencia también de la muerte.

El azul del cielo destaca sobre todo en la secuencia que cierra la cinta. Todos conocemos el final de San Sebastián. Según el relato oficial de la Iglesia Católica, fue un joven mártir condenado a recibir una lluvia de flechas por defender su fe en Jesucristo en el año 288 d.C. En la película, sin embargo, se nos muestra la motivación oculta del general imaginada por Jarman. Severus no puede soportar más los rechazos del joven, y utilizando sus creencias como excusa, obliga a los demás soldados a ejecutarlo con sus flechas. Así, el incomprendido Sebastián, el efebo queer, perece atado a un poste, sobre un cielo despejado. Los rastros de sangre roja manchan su piel marrón, mientras asciende hacia el azul.

El rojo y la despedida

“Pobre y tímido marrón. / Pisoteado por el rojo. / Corre a refugiarse en los brazos del amarillo”. ¿O era al revés? Al evitar rendirse a los cabellos amarillos de su amado Severus, Sebastián se está clavando sus propias flechas y dejando que el rojo invada su pecho. No es un rojo rosado como la piel de su verdugo. Es un rojo intenso que trae consigo el final.

Al leer el capítulo titulado “Sobre ver rojo”, uno tiene la sensación de que es el último que escribió Jarman. Aunque se sitúa en realidad en tercer lugar, justo después de “Mentiras blancas” y “La sombra es la reina del color”, a este episodio lo envueve un manto de melancolía y rendición. “Me faltó tiempo para escribir este libro”, apunta Derek, “Si he pasado por alto algo que consideres precioso, escríbelo al margen. […] Tuve que apurarme en la escritura porque en agosto perdí el ojo derecho a causa de un citomegalovirus… a partir de allí, todo se convirtió en una pelea con la oscuridad” (p. 77).

En 1986, año en el que estrenaba Caravaggio, el debut cinematográfico de Tilda Swinton que supuso el nacimiento de la carrera artística de una de las actrices más interesantes del cine contemporáneo, y de un vínculo emocional e intelectual imperecedero entre ambos (prueba de ello es el documental Derek, escrito y producido por la actriz en 2008), los médicos diagnosticaron VIH a Jarman. El artista hizo pública su situación apenas dos meses después.

Swinton le escribió en su carta Letter to an Angel: “La claridad con que ofreciste tu vida y tu forma de vivirla, particularmente desde la epifanía –no puedo llamarlo menos que eso– de tu enfermedad fue un golpe genial, no solo de provocación, también de gracia”3. El propio Derek confesó que su decisión, a pesar de que seguramente ayudaría a muchas otras personas, era puramente egoísta. No podía volver a vivir una mentira, ya había perdido demasiado tiempo fingiendo ser una persona que no era y debía respetarse a sí mismo. Y así fue su obra, como su vida. Irónica y optimista. Provocativa. Queer hasta la muerte. Por eso su primera película es sobre San Sebastián, el joven incomprendido que no se esconde a pesar de la certeza de su martirio; por eso cultivó un precioso jardín en medio de un desierto de piedras al lado su cabaña de Prospect Cottage, próxima a la central termonuclear de Dungeness; por eso escribió un libro sobre el color justo cuando se estaba quedando ciego; por eso tomó su virus y lo llevó por bandera frente a una sociedad hostil, reacia a aceptar todo aquello que Jarman representa.

(1) Jarman, Derek, Croma. Prólogo y traducción de Hugo Salas. Buenos Aires: Caja Negra; 2017. En adelante, todas las citas textuales serán extraídas de esta fuente salvo que se especifique lo contrario.

(2) En 1993, Jeremy Isaacs entrevistó a Derek Jarman en su programa de la BBC Face to Face, apenas un año antes de la muerte del cineasta.

(3) Swinton, Tilda, 17 de agosto de 2002. https://www.theguardian.com/film/2002/aug/17/books.featuresreviews

© Sebastián Blanco, enero 2020

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