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Nadie puede poner en duda la buena salud del Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya que, en esta 48ª edición, ha batido todos sus récords, con un incremento de casi un 21% en venta de entradas con respecto al año pasado. El mejor festival de género del mundo sigue siendo una cita ineludible, en buena medida debido a la extraordinaria comunión que mantiene con su entregado público. La diversificación de su oferta, más allá del fantástico y del terror, no sólo no está provocando una pérdida de identidad, sino que ha convertido el certamen en una celebración multiforme del cine, que cada espectador experimenta a su manera.

 

Tanto es así que casi resulta inútil plantear una crónica al uso. Este año se han proyectado 171 películas (sin contar los pases gratuitos de Brigadoon) de las que un servidor apenas ha llegado a ver una treintena. Sin embargo, el problema sigue estando no tanto en el exceso de títulos como en el de secciones y, sobre todo, en el de filmes en competición. Y eso que, en ambos casos, ha habido una reducción con respecto a la edición anterior. Así, de 14 secciones hemos pasado a 11. Tal y como reclamábamos, Noves Visions ha dejado de tener cuatro apartados para quedarse en dos. Además, y con buen criterio, ha desaparecido la sección Focus Àsia, para incluir la siempre amplia participación del cine asiático de manera transversal. Aún menos drástico ha sido el descenso de filmes en la Secció Oficial Fantàstic Competició: de 40 a 36, cifra que sigue provocando que muchos redactores se tengan que limitar a esta sección (no es nuestro caso).

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