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20.000 leguas de viaje submarino (1954):

un pez que siempre escapa

Los tres protagonistas son prisioneros en el Nautilus.jpeg

“Vengo aquí. Saqueo mi vida. Ahí la tienen. ¿Para qué la quieren? Yo, a veces, la prendería fuego.” 

 

Leila Guerriero [1]

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Los mares dejaron de ser seguros. Los que se adentraban en sus aguas, no regresaban y sus barcos acababan hundidos. Grandes tumultos de gente se agolpaban en los muelles para protestar y elucubrar. Algunos decían que podría tratarse  de un monstruo, pero se equivocaban: era mucho peor que eso. El escritor francés Julio Verne ideó la bestia perfecta, una que escapa cualquier arpón y alcanza la categoría de leyenda: Nautilus, el submarino comandado por el capitán Nemo. 20.000 leguas de viaje submarino fantaseó con el progreso y regaló al futuro la imagen de un centenar de barcos hundidos. En 1954, Richard Fleisher dirigió la película homónima con el fin de trasladar esos aires aventureros e infantiles de la obra clásica. Lo logró y, además, se convirtió en antesala del presente.

 

En la historia, las autoridades organizan una expedición para localizar la bestia con el personal más avezado al mar, entre ellos el profesor Pierre Aronnax, gran conocedor de la biología marina, su ayudante y Ned Land, un arponero experimentado. A bordo del Farragut, pronto descubren que el monstruo no era tal. Tras el ataque del Nautilus, los protagonistas caen al agua e intentan mantenerse a flote con una tabla de madera. Es entonces cuando encuentran el submarino donde conocerán al Capitán Nemo y su tripulación. Si bien es cierto que los tres protagonistas salvaron su vida, ahora eran prisioneros en el Nautilus.

A ojos del profesor Aronnax, el flamante submarino es la revolución de la ciencia moderna. “No están preparados para estos avances”, señala el Capitán Nemo, que teme que esta tecnología se use como un arma. 20.000 leguas de viaje submarino (1954) centra la acción en la segunda mitad del siglo XIX, justo cuando se fraguaron los acuerdos europeos que repartieron África como un pastel y excluyeron a Alemania de ese emporio colonialista.

El pulpo, ilustración de la edición de 1870. Alphonse de Neuville.jpg

La obra original se publica en dos partes entre 1869 y 1970 en la revista Magazin de ilustración y recreo, en pleno auge del realismo literario. Durante esta época, los escritores se centraron en detallar la realidad con una mayor exploración de la psicología de los personajes, como el ballenero de Herman Melville en Moby Dick (1851)​. Tras la Revolución Industrial, los avances científicos y tecnológicos trasformaron la sociedad. De hecho, la novela de Verne reflejó el creciente interés por la exploración del mundo y los viajes extraordinarios [2]. Verne es considerado la antesala de la ciencia ficción; sin embargo, el Nautilus existió. En 1863, se sumergió con éxito el primer submarino mecánico del mundo, el Ploneguer, el cual fue la inspiración de la leyenda literaria. Pese al interés de esos años, Hetzel, el editor de la revista, no quiso publicar la obra de Verne. Creía que la violencia de 20.000 leguas de viaje submarino chocaba con su idea positivista de la tecnología. A Hetzel le ofendió profundamente la violencia de Nemo y su odio contra la humanidad, ya que confiaba en la transformación de un mundo mediante el progreso. Sin embargo, Verne logró que cambiara de opinión con una carta en la cual explicaba los motivos del desprecio con un símil de la anexión de Polonia por parte de Rusia en 1863. “Suponga nuevamente que seguimos la primera idea del libro: un señor polaco cuyas hijas han sido violadas y la mujer asesinada a hachazos (...). Si tal hombre no tiene derecho de hundir fragatas rusas allí donde las encuentre, entonces la venganza no es, sino una palabra vacía”, escribió Verne [3].

En las tripas del Nautilus los protagonistas son testigos de actos de piratería y del hundimiento de barcos comerciales cuyas mercancías provenían de la extracción minera con esclavos. Si bien el Capitán Nemo atacaba esos navíos para amedrentar a las grandes fortunas responsables de los saqueos, el resultado era un centenar de marineros y esclavos en el lecho marino. Pese a haber sido estrenada casi diez años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, la película conserva el fantasma del conflicto y sugiere la posibilidad de que se repita, porque, al fin y al cabo, ya había sucedido antes. En el film, los recursos naturales de las colonias son extraídos y almacenados en navíos que, al llegar a occidente, se usan con propósitos bélicos. El fin último del Nautilus es evitar una escalada armada y mayor miseria para las colonias; sin embargo, el profesor Aronnax se horroriza ante estos actos.

 

Detrás de estos aires simpáticos y aventureros, la historia original de Verne trató, involuntariamente, de advertir al mundo de su futura deriva capitalista y belicista. La película de Fleisher señala el mismo proceso, pero con la perspectiva de la consolidación del capitalismo industrial globalizado de mediados de siglo XX. 

Campo de esclavos en una colonia americana.jpg

Tras la Segunda Guerra Mundial, a partir de 1945, el mundo se bipolariza. Desde entonces, los actores supranacionales que ganan importancia, son las empresas multinacionales, que emergen como testaferros del Tercer mundo incipiente. La descolonización y la no afiliación de los países emergentes a la URSS ni Estados Unidos provocaron cierta inestabilidad en los territorios emancipados. Según el economista egipcio, Samir Amin, esta situación favoreció que las empresas tomasen control económico de la materia prima del país mediante sobornos y corruptelas, como es el caso de Mozambique, Sudan o Egipto. Además, puntualiza que estas empresas se convirtieron en la única salida internacional para los países del Tercer mundo, ligándolos a un sistema de centro-periferia donde ellos entregan y nosotros recibimos [4]

 

En la actualidad, además de armas, las multinacionales viajan a países como la República Democrática del Congo para llevarse, a precios irrisorios, su coltán y hacer posteriormente móviles de alta gama. Estas empresas aprovechan los conflictos internos de los países en vías de desarrollo para llevarse sus recursos y, de paso, continuar perpetuando regímenes. Pero no nos debe importar, porque, al llegar a Occidente, ese expolio se convierte en los microchips de los dispositivos que tan cómodamente nos conectan a las redes sociales. Al año, coincidiendo con la publicación de un nuevo modelo, nos deshacemos del anterior, el cual acabará apilado probablemente en una montaña de basura en las costas de Acra, Ghana. 

 

En el film de Fleisher, las colonias aparecen brevemente en una escena donde Nemo le muestra al profesor Aronnax cómo cientos de esclavos cargan de sulfuro los navíos mercantes. Esa periferia global ocupa un papel terciario que solo aparece para justificar las acciones del marino. El capitán peca en creer que es David contra Goliat, en una cruzada contra los titanes del continente. Sin embargo, es más bien un verdugo. Por mucho que hunda sus barcos, el capitalismo continuará funcionando. Es un contratiempo, sí, pero breve. “Anímese profesor, hay que saber perder —le consuela el señor Land—. Dice un proverbio que el pez que escapa es siempre el pez más grande”.

 

Por suerte, las fortunas de esos tiburones blancos ahora están a buen resguardo, ya no les preocupa perder sus activos y lo saqueado. Su transporte, mucho más seguro, viaja en aviones o helicópteros, asegurando una mínima interacción con la periferia. Han perfeccionado sus métodos de saqueo. Ese pez grande que Ned Land citó seguirá escapando sin mirar atrás, mientras los peces pequeños, hacinados en navíos comerciantes (en la película) o en barcazas de refugiados (en la actualidad), se ahogan. “Del mar vienen y al mar volverán”, sentencia el Capitán Nemo. Al fin y al cabo, ellos también son sustituibles.

© Iker Mons, noviembre 2024

 

 

[1] Guerreiro, L. (2919). Teoría de la gravedad. 8ª Edición. Libros del Asteroide

[2] Castiblanco, O. L. (2012). Julio Verne, una motivación hacia el pensamiento científico. Pre-Impresos Estudiantes. 

[3] Mayor, D. & Orguillés, D. M. (2007). Julio Verne: una versión. Edimat

[4] Amin, S. (1989). El eurocentrismo: crítica de una ideología. Siglo XXI.

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