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Craft Film Festival: el imaginario como resistencia.

Nunca hemos dispuesto de tantos medios para hacer cine como hoy en día. Cámaras, dispositivos móviles, programas de edición y nuevas plataformas de distribución facilitan que podamos contar historias a través de imágenes en movimiento. Nunca fue tan necesaria la existencia de plataformas y eventos para visibilizar trabajos hechos con infraestructuras mínimas, a veces precarias pero no por ello carentes de imaginación y arrojo.

El pasado 9 de abril se clausuraba la primera edición del Craft Film Festival Barcelona, premiando, a votación del público, la película Andrés lee i escribe (Daniel Peralta, 2016), un trabajo que quizás no ejemplifica formalmente la diversidad de las propuestas incluidas en el certamen, pero sí el espíritu de resistencia que supone posicionarse como artista en un mundo en el que vivir exclusivamente de la creación es todo un reto. Las derivas del protagonista entre un puesto de operario en una fábrica que lo sustenta y su trabajo como actor, escenificando cuadros médicos para las prácticas de estudiantes de medicina, exudan la melancolía propia del creador resistente pero también de la necesidad del arte para entender nuestra relación con el mundo que nos rodea. Como los personajes de otras películas proyectadas, Andrés busca su lugar en el mundo.

Desde este enfoque, Pervert Boy (Lee Sang-Woo, 2016) nos llevan de viaje por las sombras de la sociedad coreana actual. La perversión de Sung-gi, que condena a uno de sus hermanos a buscar todo tipo de trabajos para pagar a las víctimas de su hermano para que no lo encarcelen por sus delitos, crea una dinámica que desborda la idea de unidad familiar hasta desintegrarla, engullida por la incapacidad de afrontar sus propias tensiones. Los miembros que quedan después de esta desintegración quedan abandonados a un futuro sin redención.

En el polo opuesto, pero también surfeando el caos, la polaca Rage (Michał Węgrzyn, 2017) sigue los conflictos de un periodista, a quien acaban de ascender a jefe de los informativos de la noche, mientras corre 15 kilómetros. En el trascurso de su entrenamiento es interrumpido constantemente por llamadas telefónicas que acaban sugiriendo que la desorientación del personaje refleja la de un mundo que lidia entre la apariencia y la verdad.

De conflicto y elecciones también nos hablan las imágenes vibrantes de Ekaj (Cati Gonzalez, 2015), guiándonos por las calles de Nueva York a través de las idas y venidas de Mecca y Ekaj, que trampean para sobrevivir. La cámara que sigue a sus protagonistas los filma como si estuvieran a punto de desaparecer, como si el próximo robo o amante los fuera a quebrar definitivamente. Esta tensión culminará con el luto de Ekaj por la muerte de su compañero, que bascula entre la autodestrucción y la creación. Así después de dibujar sobre camisetas, después de pasar el mono, el protagonista se levanta para seguir. “La gente no comprende que los malos ratos por los que pasas sólo te hacen más fuerte” dirá Ekaj.

Si el Nueva York capturado por el film de Gonzalez muestra las luchas de seres fuera de la sociedad, la locura de Marta, la expatriada aspirante actriz de Der Nowak (Paola Alvarez y Manuel Escorihuela, 2017) oscila entre realidad y fantasía. Tras sus imágenes transgresoras no deja de explorar el imaginario de sus protagonistas, revelando que ahí hay una zona de resistencia que es tan tangible como el mundo en el que subsisten. Y es que algo que nos ha dejado claro la primera edición del Craft Film Festival es que precisamente ahí, en la imaginación, es donde reside la resistencia.


© Mariana Freijomil, abril 2017



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