En un año en el que la relajación de las restricciones por la COVID ha permitido un mayor aforo en las salas, L’Alternativa ha apostado por un formato híbrido que le ha permitido ampliar la duración del festival y mantener una programación coherente y, lo más interesante, enfatizar el uso de los espacios del CCCB, la Filmoteca, la sala Zumzeig y el cine Maldà como puntos de encuentro. El certamen ha apostado por consolidar su expansión para fomentar la congregación de su público en torno a performances, talleres y actividades de industria. La posibilidad de visionar gran parte de la programación en Filmin ha hecho que la audiencia se haya diversificado y que algunas de las actividades presenciales paralelas hayan tenido una afluencia de público notable, porque al final lo que cuenta es encontrarse y compartir entre películas. De esa voluntad constante de resistencia ha cristalizado una edición llena de historias que remiten a la memoria, la familia y la identidad. Las propias imágenes parecen mirar al festival y agradecer su empeño por visibilizar temáticas que evocan terrenos íntimos y personales, ahora más necesarios que nunca para resistir la vorágine de un tiempo frenético. Y es esta mirada al pasado la que impregna buena parte de la programación y particularmente a las dos ganadoras en la categoría de largometraje internacional: Esquirlas (Natalia Garayal, 2020) y Dark Light Voyage (Tin Dirdamal, Eva Cadena, 2021).
Esquirlas, opera prima de Natalia Garayal, parte de metraje casero, filmado por la propia realizadora durante su infancia, para abordar uno de los episodios más perturbadores de la década de los noventa en Argentina: la explosión la Fábrica Militar de Río Tercero en 1995. Lo que empieza siendo un retrato familiar en el que vemos emerger la mirada de la directora a través de la cámara, se transforma en una exploración de cómo las consecuencias del atentado llegan hasta el presente. El montaje de Garayal consigue que las marcas de esas “esquirlas” capturadas en las imágenes de infancia adquieran un sentido identitario personal y colectivo. Es ahí donde esa mirada limpia de la niñez es retomada por un yo adulto que la resignifica.
A pesar de que Dark Light Voyage no opera desde el archivo familiar, comparte la misma búsqueda de una mirada pretérita. La narración del viaje que Tin Dirdamal inicia para reencontrar a un amigo de infancia, internado en un psiquiátrico tras cometer un asesinato, recae en la hija del realizador, Eva Cadena. Esta elección vertebra la película y permite poner en diálogo el tránsito del viaje en tren que atraviesa Vietnam de norte a sur con el pasado del propio director, concretamente con la mirada que él mismo tenía durante la juventud que compartió con su amigo. Tanto la narración de su hija como las imágenes quieren asomarse al mundo como si se viera por primera vez y hubiera que contarlo. El retorno al pasado que propone Dark Light Voyage es un viaje interior donde el límite es la oscuridad; una oscuridad que se atisba al hablar de la tribu Ruc, de la que se dice que custodia el fuego primigenio. Cuando se cuestiona qué pasa al apagar ese fuego, la respuesta que ofrece el propio film es volcar la mirada a la zona cero que es la oscuridad.
De un modo similar, tanto North by Current (Angelo Madsen Minax, 2021) como Del otro lado (Iván Guarnizo, 2020) nos adentran en el terreno de lo familiar e íntimo. En North by Current la muerte de la sobrina del realizador es el disparador para explorar la estructura familiar como punto de encuentro y como centro en el que se construye la identidad. El enfoque de Madsen aborda el funcionamiento de la justicia en Estados Unidos, las relaciones familiares en una comunidad mormona y la identidad trans. Cada uno de estos temas habría podido tener su propia película, pero el realizador consigue que todos estos elementos se encadenen, se proyecten los unos con los otros y convivan en equilibrio. Todas las problemáticas permiten definir las relaciones que unen a los familiares del director, avanzando hasta la revelación total de la identidad de cada uno de ellos. Es ahí cuando todos fluyen, unidos desde el ayer hacia el mañana.
Si North by Current se construye en la fluidez propia de un río, en Del otro lado Iván Guarnizo nos adentra en la oscuridad, esta vez de la jungla. La película sintoniza con el pasado reciente de Colombia desde la memoria familiar, al buscar reconstruir los días de cautiverio que sufrió la madre del realizador, cuando fue secuestrada por las FARC, para indagar en porqué ella perdonó a sus raptores. La imagen de esos días se completa mediante el encuentro con el guerrillero que estuvo al cargo de cuidarla en la selva. Y es ese encuentro y en esa rememoración del pasado donde la reconciliación es posible. Al igual que en Esquirlas, la memoria familiar adquiere una lectura colectiva que dialoga con la memoria histórica. Cortometrajes de la sección oficial como A Morte Branca do Feiticeiro Negro (Rodrigo Ribeiro, 2020) y Begiak hesteko artean (Jorge Moneo Quintana, 2020) también apelaron a ella a través de un uso poético del archivo. A Morte Branca do Feiticeiro Negro retoma el pasado esclavista de Brasil y evoca el sentimiento de nostalgia extrema que sufrían los esclavos de origen africanos (banzo) y que les llevaba a la locura. La imagen de este dolor se construye mediante material de archivo que confluye naturalmente con imágenes del presente, gracias a una carta de suicidio que sirve de hilo conductor y a un uso fantasmagórico del sonido. Begiak hesteko artean utiliza el sonido de forma similar, pero con connotaciones más rítmicas. El director construye un viaje a través del tiempo montando fotografías tomadas en la misma manzana de la ciudad de Vitoria entre 1910 y 1976, creando un efecto análogo al que obtendríamos en una animación en time lapse. El uso del audio marca la velocidad del montaje de las imágenes y dota de textura y profundidad al movimiento que se produce en la alternancia de planos.
En esta misma línea en torno al uso del archivo y la memoria histórica, se proyectó la última película de Jean-Gabriel Périot, Retour a Reims [Fragments] (2021). Partiendo del ensayo de Didier Eribon, Périot hace una política de la obra, tomando las partes más íntimas del texto para analizar cómo la clase obrera, tradicionalmente de izquierdas, vira su voto a partidos de extrema derecha. El director alterna metraje de films de Jean Vigo, Chris Marker o Jean Rouch con noticiarios e imágenes documentales desde 1930 hasta la actualidad, para revelar que si el texto de Eribon habla de la construcción de un sujeto político, las imágenes contienen el imaginario social que las ha producido; un imaginario que mira al presente, porque aún no se ha dicho todo, porque aún hay luchas por delante. Nous (2021) de Alice Diop también toma como punto de partida un texto: el reportaje literario Les passagers du Roissy-Express de François Maspero que exploraba el extrarradio parisino. La directora captura a los habitantes olvidados de París y rescata imágenes de su propia infancia en Aulnay-sous-Boisusa para plasmar un retrato plural en el que la inmigración, la precariedad y la soledad están presentes, pero sin impedir la unión en la diversidad. Tanto Périot como Diop confluyen en la articulación de la posibilidad de un cuerpo social cohesionado y resistente ante la opresión y la división.
Si Dark Light Voyage nos introducía en la oscuridad para buscar una mirada pura, All Light, Everywhere (2021) de Theo Antony nos lanza a un mundo donde opera la hipervisibilidad. El documental explora el desarrollo de las tecnologías de control en Axon Enterprise, una importante fabricante de cámaras corporales usadas por la policía y propietaria de un servidor que almacena y analiza las imágenes registradas. Antony formula una reflexión fascinante al poner en diálogo el desarrollo y uso de esta tecnología con una narración paralela que ahonda en las raíces históricas de la visión y el vínculo entre la imagen en movimiento y las armas. De esta forma cuestiona la objetividad de la mirada y apunta los sesgos cognitivos que la condicionan. Al inicio de All Light, Everywhere se explica que nuestro cerebro construye el mundo para llenar el punto ciego situado en el nervio óptico. Todo el despliegue tecnológico actual y la historia de la arqueología de los medios se entrelazan en el documental para apuntar la imposibilidad de crear un dispositivo capaz de registrar una imagen neutra. Soñamos con una mirada objetiva del mundo para aproximarnos a la verdad. Sin embargo nuestra mirada nace orgánicamente desde un repliegue hacia el interior, hacia, recordemos, un punto ciego. Porque ver nunca es inocuo, apela a nuestro espacio interior más íntimo.
© Mariana Freijomil, diciembre 2021.
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